Todos los niños tienen un superpoder especial: saben detectar cuál el momento más oportuno para montar un espectáculo. En el súper, a la hora de dejar el parque, en un avión…
Aunque nos desesperemos y nos pongan a prueba de forma constante, tenemos que recordar que no lo hacen con la intención de fastidiar. Es que, por ahora, no saben expresarse de otra manera.
En estos momentos el niño no tiene un lenguaje tan desarrollado como para expresar lo que quiere, y aún no sabe cómo manejar el enfado o la frustración que siente. Entonces, ¿qué hacemos? ¿Esperamos hasta que pasen las rabietas?
Previene la rabieta
Lo mejor que puedes hacer es anticiparte a la situación. ¡Ya sabemos qué situaciones desencadenan las rabietas! ¿Para qué arriesgarse?
Siempre podemos dar un rodeo para no pasar por delante de la juguetería, ¿verdad? ¿Por qué pasar por delante de la tienda de chuches? Y si nos encontramos a amigos en la calle, ¡tampoco podemos pedirle a un niño pequeño que aguante media hora de charla!
También hay que tener en cuenta que cuando están con hambre, sueño o a punto de enfermar están mucho más irritables.
Despistar
Hugo aprieta los puñitos. Julia frunce el ceño. María lloriquea y se mueve inquieta, y a Andrea se le ponen las orejas rojas. Son signos de alarma que nos avisan de la rabieta que viene. Despístalo, echando manos de tus dotes de improvisación. “¡Vamos a contar cuántas bicis pasan”, le dice Fernando a su hija cuando se empieza a agobiar.
Otra opción es que anticipemos las consecuencias. “Como te estás portando tan bien, al terminar vamos al parque”. Ojo, la recompensa tiene que ser pronto y no siempre. Tampoco podemos hacerle entender que sólo tiene que portarse bien si hay premios de por medio.
¿Se han convertido las rabietas en algo habitual en el comportamiento de tu hijo? ¿No sabes cómo gestionar sus rabietas? Pide cita previa con tu pediatra en Sevilla y descubre las causas y soluciones para lidiar con esta situación.
Ignorar
Hemos seguido los anteriores consejos, y sin embargo, nos encontramos con una preciosa rabieta delante de nuestros ojos. En esto los niños no son tan diferentes a los niños: en pleno ataque de ira no se puede razonar con ellos.
En casa es tan sencillo como cambiar de habitación, dedicándonos a nuestras cosas. No tenemos ni por qué molestarnos en vigilarlos, ya que nos seguirá por la casa (sin público, la rabieta no tiene sentido).
En la calle basta con alejarnos unos metros o hacer que hablamos por teléfono. Si se puede hacer daño o intenta golpearnos, hay que sujetarlo con firmeza.
En un restaurante, cafetería o lugar público, basta con sacarlo un ratito fuera hasta que se calme. Alguna vez habrá que dejar que se salga con la suya, aunque esta debe ser la excepción y no la norma.
Pasar página
Una vez que termine el pataleo, pasemos a otra cosa. Cambiamos de tema y no hacemos comentarios sobre lo que ocurre.
A veces nos olvidamos premiarles cuando lo hacen bien, por lo que los niños sacan la conclusión de que sólo se les presta atención cuando se portan mal. ¡Hay muchas posibilidades para decirles lo bien que hacen las cosas a lo largo del día!
Dedicarle todos los días un ratito en exclusiva también es una buena estrategia para prevenir rabietas.







