Seguro que alguna vez has pedido a tu hijo que hiciera algo y has terminado haciéndolo tú para que él no se quejara. Tal vez, cedes ante los chantajes de tu hijo para que no monte un espectáculo en público o quizás no lo dejes salir solo con sus compañeros de clase a jugar por miedo a que le pueda pasar algo. Es en este momento cuando cabe preguntarse, ¿es buena tanta protección?
Es lógico que los padres intenten proteger a sus hijos, pero es igual de importante que se favorezca la propia autonomía del niño. Como nos cuenta nuestra psicóloga infantil Guillermina García, «en la crianza de los hijos, es importante que padres y madres ayuden a la exploración del entorno más cercano aunque con cierta supervisión o acompañamiento (sin intromisión) para que aprenda a desenvolverse con seguridad».
Niños con un exceso de protección (o sobreprotegidos) pueden acabar padeciendo algunos problemas relacionados con la autoestima, el desarrollo personal o incluso el lenguaje. No es raro que se comporten de una forma insegura y temerosa. Pueden tener falta de madurez, dificultades para tolerar la frustración y para establecer relaciones sociales.
Por ello, para evitar estas posibles situaciones podemos llevar a cabo algunas de estas técnicas:
Cuando el niño pida ayuda, ofrecerle sugerencias para que lo pueda solucionar con sus propios recursos.
Dejar que el niño se equivoque es bueno. Es mejor analizar juntos lo que ha ocurrido, qué se ha hecho de forma correcta y qué se puede mejorar. La próxima vez que se encuentre en la misma situación, sabrá manejarla.
Permitir que se desenvuelvan solos, aunque tarden un poco más en hacer las cosas.
Es conveniente que tengan pequeñas responsabilidades como recoger los juguetes, poner la mesa, etc.
Favorecer las relaciones sociales con otros niños de su edad para potenciar el desarrollo de su personalidad fuera del contexto familiar.
Ante situaciones de miedo, en lugar de evitarlas, hablar de lo que pasa y mostrarles apoyo. Así se disminuirá su ansiedad.
Hay que protegerles de los peligros reales sin llegar al extremo de convertirles en personas miedosas.
En definitiva, debe de existir equilibrio entre el nivel de afecto y el de exigencia. Ser un padre exigente no significa ser un padre autoritario. El principal objetivo es enseñar a los hijos el respeto hacia lo que hacen ellos mismos y lo que hacen los demás.
Si tiene alguna consulta médica relacionada con la especialidad en psicología infantil, no dudes en ponerte en contacto con nosotros a través del teléfono 954 032 000 y pedir tu cita. ???







